Debajo del cielo, encima del mundo, en las cúpulas de Heliópolis o en el suelo de la Altántida; en los días, en las flores, en Nepal o en Nebaj, en altas cimas o profundas simas; en el sino de la rosa, en el arrastre de los vientos, en el sueño del tenaz clarividente o en la clave algebraica del calculante. En los dedos fatigados del escribano o en la sonrisa fina de la musa que noche a noche lo visita; en La Paz, llegando a Cúcuta, cerca de Atenas o bajando por la calle que conduce a Central Park. En el nervio afilado de la espina, en el párpado plateado de la estrella, en la espada heroica de Héctor, el troyano... O más allá (inaccesible para la literatura) está tu bello nombre. Tan benditamente escrito y tan gozosamente amado. Y seguir y seguir leyendo...
(144 palabras... algunas de ellas, inventadas)