Y en plena oscuridad, se encendió una luz. Su brillo tenue se mantuvo apenas unos minutos, se volvió a apagar. En un tiempo cercano, en otro rincón del mundo, otra luz nació y de igual modo se extinguió. Así una y otra vez, cada vez con más frecuencia, cada vez más tiempo.
Hoy en día, casi dos siglos después, pululan por doquier. Tantas y con tanto brillo se presentan que las estrellas, ofendidas, no se quieren mostrar ante semejante invasión. Eligen tierras un poco más inaccesibles para el hombre, donde la Pachamama está más cerca del espíritu, para permanecer prendidas en el negro cielo.
Con algunas dudas, a don Thomas le atribuyen su existencia... Lamparitas que se exhiben orondas en pueblos y ciudades. Y mientras más se encienden, mientras más fuegos artificiales y lucecitas de colores aparecen, menos brillan las estrellas en el cielo, menos brilla la estrella que llevamos dentro para iluminar un mundo con un toque de humanidad.