Y en plena oscuridad, se encendió una luz. Al principio pensé que era un espejismo, que mis ojos me engañaban, pero, no, no era producto de mi imaginación, era real, tan real como lo eran mis miedos, mis desilusiones, pero como también lo eran mis sueños, mis esperanzas, mis anhelos.
Mis fuerzas empezaban a flaquear, no era capaz de atisbar la salida del negro y profundo túnel, no conseguía escalar la pared del hondo y tenebroso pozo en el que me encontraba.
Por eso, ahora que estoy seguro del inesperado y de momento tímido destello de esa luz, voy a levantarme y caminar hacia ella... hacia ti: tú eres el resplandeciente fulgor de la estrella que me va a guiar hacía el final de mi dolor, la antorcha que va a alumbrar mi presente, y a la vez, la que va a quemar mi pasado, convirtiendo en cenizas los recuerdos que aún me siguen atormentando.