Y en plena oscuridad, se encendió una luz. ¡¡Te pille!!!. Creí que no encendería nunca la luz, estaba ya harta de esperar que me encontrara. Era la pequeña, la mimada de casa y aunque a veces sentía esa pequeña punzada de los celos, debía admitir que era una niña deliciosa. Su sonrisa animaba a cualquiera que tuviera delante.
Solo había un pero.....le daba por jugar al escondite y a mis 21 años a mi ya no me apetecía como a ella. Sus ocho años bullían de actividad, una constante actividad.
Mañana volverá a pedirmelo y como era costumbre, con esa su esplendida sonrisa...¿Quién podría negarse?....Paciencia, esa sonrisa lo vale....