Y en plena oscuridad, se encendió una luz. El mensaje equívoco de un desconocido, inició
lo que se convertiría en la mayor aventura de mi vida. Su propuesta de conocernos de
inmediato resultó atrevida pero excitante. Necesitaba un cambio en mi vida, y lo necesitaba ya.
Así que, sin pensarlo mucho para evitar el arrepentimiento, acepté a ciegas.
No puedo contar lo que aquella noche ocurrió, y no por temor, sino porque así lo acordamos.
Sin embargo, sí puedo decir que jamás olvidaré la madrugada siguiente, sus palabras de
despedida, su "Siempre llevaré este día en mi corazón" y aquella rosa blanca...
No regresará, no habrá segunda vez, también eso fue acordado, mas conservo aquel momento
entre las dos páginas más tristes de mi vida, como aquella flor que, aún hoy, me recuerda que
puedo ser feliz.