En las plazas de los pueblos se respira olor a miedo. Todo es quietud. Los árboles desobedecen al viento y no mueven ni sus hojas. Los perros no ladran. Hasta las palomas se escondieron. Quien se atreva a asomar no sabe si volverá.
La parálisis se apoderó de ese rincón del mundo. La vida se convirtió en estatua.
Ningún movimiento puede ser visto. El agua para seguir su camino se escurre por debajo de la tierra.
Alguien susurró “sólo los topos sobreviven”. Para vivir, para mantener la esperanza, las personas cavaron túneles para poder reunirse. Se convirtieron en topos.
Más tarde o más temprano la rebelión vendrá desde lo profundo de la tierra.