Si no creyera en la locura, no me sentiría vivo, no podría seguir luchando, forcejeando para no volver a caer, o por lo menos, tener el valor y las fuerzas suficientes para poder agarrarme con uñas y dientes a mi presente, a mi futuro.
Mi locura es mi cordura: por ella soy, y por ella quiero seguir siendo. No me marginéis, no me aisléis del que decís que es vuestro mundo, porque, aunque puede que desde vuestra óptica parezca que no me va tan bien como a vosotros, tengo la suficiente lucidez para no repudiaros, para aceptar y seguir integrado, cumpliendo “a rajatabla” con las reglas del juego, con todo lo que se espera de mí, aunque veces quiera huir, marcharme tan lejos…