En las plazas de los pueblos se respira muerte, tambien en las grandes ciudades. Nadie se libro del olocausto nuclear. Ya no hay ni rastro de vida humana en la superficie. Vayamos donde vayamos en nuestro viaje de exploración solo encontramos ceniza y devastación. Las casas abandonadas a toda prisa por sus ocupantes siguen vacias, testigos mudos de lo que sucedió aquel día. Reina por todas partes un silencio sepulcrar. Ni siquiera se escucha el canto de los pajaros ¿será porque ya no quedan? Nosotros los supervivientes obligados a vivir en refúgios subterraneos vemos con impotencia como nuestros hijos nacen sin futuro, enfermos y horriblemente deformes victimas de la radiación.
Nuestro destino estaba escrito en las profecías Mayas pero los cientificos del mundo no lo supieron ver. Espero que los conocimientos que depositamos hoy en este lugar puedan ser utilizados algún día por las generaciones benideras para reconstruir nuestra civilización. No puedo seguir escribiendo, la radiacíon es demasiado alta, estoy sangrando por