Antes que cualquier cosa, me disculpo, Pablo, por demorar tanto en mi respuesta, pero fue por ocupaciones académicas por las que no me pude dar el tiempo necesario que merita estar aquí y responder. Y ya desintoxicado de los sulfuros caliginosos de los exámenes, ensayos y demás papelería escolar, puedo estar aquí sin presión alguna.
La inspiración sigue siendo la causa metafísica de toda poesía. La encarnación de la mente angélica (inspiración) en la mente humana sigue siendo cuestión platónica, y no hay lenguaje certero y preciso para demostrar cómo es la inspiración relativa. Los platónicos aquí ahondaron con precisión a partir de esquemas elaborados en base de la metafísica, para explicar la inspiración artística. Ellos nombran a la inspiración primera: Eros. El amor es el padre de las artes, según explica el médico Erixímaco en el banquete de Platón. Y ese amor es la vía comunicativa de la mente humana con la trascendencia angélica, una abstracción que no puede medirse con el instrumento de ningún lenguaje. Por eso el tomismo retomaría estas aseveraciones para complicar más el asunto: "Melior est im via, amor dei quam dei cognitio" Esto es, adecuado a nuestro tema: los asuntos del arte pueden expresarse en el lenguaje, pero no los asuntos de Eros, o sea de quien acucia todo movimiento artístico, la inspiración. Y sintetizado y tergiversando la cita anterior: Lo mejor en la vida es amar al arte, no conocerlo. Luego, no hay lenguaje para la inspiración, y no es necesaria conocerla. Así, en los menesteres prácticos la poesía sólo tiene cabida a nivel político, no científico. Y aún más: la verdadera poesía gusta de esconderse. Las musas son caprichosas y encarnan al poeta para hablar por lo divino. Pero las musas son también diosas. Vaya complicación.