Era la hora en que el primer rayo de sol hiere de muerte a la noche, y en ese momento, tus sueños y mis sueños se encontraron. Al principio no supieron que hacer, se quedaron inmóviles, estáticos, esperando que uno de los dos decidiera reaccionar, y tomase la iniciativa de querer conocerse, de querer compartir utopías y esperanzas.
La mañana le dijo a la noche que había terminado su tiempo, y fue esa misma mañana la que descubrió nuestros cuerpos abrazados como si el mundo se fuese a terminar, como si no existiera nada más que dos almas que se encontraron cuando no se buscaba, pero cuando más falta se hacían. Nos miramos sonriendo, y un beso selló ese momento que nunca podré olvidar.